Mi niña de casi cuatro años me pregunta si está
tomando mi brazo bueno o mi brazo malo. Ha aprendido a buscar el lado plano de
mi pecho para responder a esta pregunta. Dibuja con su dedo por encima de mi
camisa la cicatriz que sabe que está debajo de ella y dice: “Este brazo, el de
la línea.”
Le digo que pronto tendré una nueva línea en el otro
lado.
Ella salta y dice, “¿Tendrás dos brazos malos?”
“No, bebe. El otro brazo estará bien.”
La hora de dormir es la peor parte del día para mí. El
linfedema en mi brazo limita mis posiciones para dormir haciendo que sea casi
imposible encontrar una posición cómoda. La neuropatía en mis piernas, producto
de la agresiva quimioterapia, también se hace más presente cuando me acuesto.
La mayoría de las noches duermo en la cuna de una de las niñas para asegurarme
que no despierten a su papá. No me importa sentir dolor por dormir confinada a
un espacio tan pequeño porque de todos modos el dolor es el mismo. El dolor me
despierta al menos dos veces por noche y en la mayoría de las noches es más.
Esta semana me he bañado de 3 a 5 veces diarias
buscando desesperadamente el alivio del agua caliente corriendo por mi cuerpo.
He estado irritable a causa del dolor e incomodidad, y estoy siendo impaciente,
especialmente con mis niñas. Puedo ver claramente como su mal comportamiento es
un grito de atención, de mi atención, y no se las he dado. La gente me ve y ve
lo bien que estoy. No se dan cuenta que no soy la misma. A veces es
desalentador cuando el pensamiento de que toda esta pérdida haya sido para nada
se mete en mi mente.
La quimioterapia me causó una menopausia temprana, así
que he estado experimentado sofocos el pasado mes. Al menos no será algo nuevo
después que remuevan mis ovarios y útero. La menopausia es horrible. Los
sofocos hacen que quiera arrancarme la piel. Vienen acompañados de una migraña
inmediata que me hace querer vomitar. Le dije a mi mama que ella vendrá a mí
por consejos para la menopausia y por primera vez le voy a decir: “Ya vas a
entenderlo cuando te pase.” Recuperaría la función de mis ovarios en dos años,
pero me quitare los ovarios el 5 de enero.
No quiero que esta publicación sea de quejarse. La
vida es un poco más normal y relajada de lo que ha sido el resto del año. Solo
que duele que la gente vea solamente mi lado fuerte y no sepa de lo destrozado
que hay por debajo.
Me encanta como David descargaba su angustia en Dios
Salmos
22:1-6, 9-11, 14-15, 17, 19-19, 22-24, 26-27 RVR1960
Dios
mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi
salvación, y de las palabras de mi clamor? Dios mío, clamo de día, y no
respondes; Y de noche, y no hay para mí reposo. Pero tú eres santo, Tú
que habitas entre las alabanzas de Israel. En ti esperaron nuestros
padres; Esperaron, y tú los libraste. Clamaron a ti, y fueron librados;
Confiaron en ti, y no fueron avergonzados. Mas yo soy gusano, y no
hombre; Oprobio de los hombres, y despreciado del pueblo. Pero tú eres el
que me sacó del vientre; El que me hizo estar confiado desde que estaba a los
pechos de mi madre. Sobre ti fui echado desde antes de nacer; Desde el
vientre de mi madre, tú eres mi Dios. No te alejes de mí, porque la
angustia está cerca; Porque no hay quien ayude. He sido derramado como
aguas, Y todos mis huesos se descoyuntaron; Mi corazón fue como cera,
Derritiéndose en medio de mis entrañas. Como un tiesto se secó mi vigor,
Y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto en el polvo de la
muerte. Contar puedo todos mis huesos; Entre tanto, ellos me miran y me
observan. Mas tú, Jehová, no te alejes; Fortaleza mía, apresúrate a
socorrerme. Anunciaré tu nombre a mis hermanos; En medio de la
congregación te alabaré. Los que teméis a Jehová, alabadle; Glorificadle,
descendencia toda de Jacob, Y temedle vosotros, descendencia toda de
Israel. Porque no menospreció ni abominó la aflicción del afligido, Ni de
él escondió su rostro; Sino que cuando clamó a él, le oyó. Comerán los
humildes, y serán saciados; Alabarán a Jehová los que le buscan; Vivirá vuestro
corazón para siempre. Se acordarán, y se volverán a Jehová todos los
confines de la tierra, Y todas las familias de las naciones adorarán delante de
ti.
No escondas tu sufrimiento o lo niegues ante Dios u
otros. Hay belleza en compartir nuestro dolor, compañerismo en saber que no
estamos solos. No es así como me siento sobre mi vida o que son mis
pensamientos principales durante todo el día, pero son parte de mi vida. Son parte de mis charlas
con las niñas. Son parte de mis luchas diarias. Son parte de la voluntad
de Dios en mí andar diario. Son una nueva parte de mí: la perdida de las partes
de mi cuerpo, la perdida de mi fertilidad, la perdida de la habilidad de
amamantar y procrear, la pérdida de tener la capacidad para extender mi
familia, la perdida de sueños y anhelos, la perdida de la promesa de un mañana
(ninguno de nosotros la tiene, pero vivimos como que así fuera), la perdida de
descansar durante la noche, la perdida de mi juventud (la quimioterapia envejeció
mi cuerpo diez años o más).
Así que, ¿cuál es el propósito de ver todo el dolor y
pérdida? Por una parte, te enseña cuanto dabas por sentado y cuanto debes estar
agradecido siempre. Te enseña cuanto eres capaz de soportar y la belleza de
estar vivo, que muchos no aprecian. Te muestra lo valioso que es que Dios te
dice que sus misericordias son nuevas cada mañana y como eres capaz de ver esas
misericordias con más claridad. Te da la oportunidad de probar verdaderamente
tu fe y ver si tú y tu familia alaban a Dios venga lo que venga, la oportunidad
de experimentar verdadera paz cuando confías en Dios con todo tu corazón, la
oportunidad de ser refinado como por fuego y salir más fuerte y brillante con
una mente enfocada en lo eterno, la oportunidad de ver y saber quienes de
verdad estarán ahí para ti y realmente te aman, la oportunidad de encontrar
amor en las personas que menos lo esperas y aun en extraños, la oportunidad de
tocar las vidas de otros y dejar un legado.
Perder es difícil. Espero no haber endulzado eso. No vengas a una persona que está en sufrimiento a
decirle que no se sienta de esta u otra manera. Reconoce el dolor y muéstrate
dispuesto a llorar con ellos. Eso es lo mejor que puedes hacer: llora y
solamente quédate ahí, sin palabras de qué hacer. Solamente los que pasan por sufrimiento
realmente saben y pueden aconsejarse uno al otro. Aquellos que no conocen el
dolor vienen usualmente con trivialidades que hacen más daño que bien: “No
llores, confía en Dios”, “Esto también pasará”, “No vas a morir porque Dios es
capaz.”, “No dejes que tu dolor te derrote.”” Si dejas de pensar en el dolor,
te sentirás mejor.”, “El Señor está en control.” Rayos, pueden ser verdad, pero
no ayudan ni un poquito y de hecho molestan a la persona sufriendo. Hablar de
perdida es bueno. Le da un escape al que está pasando por perdida, y al que está
a su lado, una idea de lo que está pasando. Lo único que tienes que decir es
“Lo siento”, “Estoy aquí para ti” (Y de verdad hacerlo), y “Te amo.”
Si sufrir
fuera un pecado, Jesús no se hubiera sentido afligido antes de ser crucificado.
Si hablar
de aflicción fuera malo David no hubiese escrito ese salmo.
No dejes
que nadie te niegue tu sufrimiento, Dios no lo hace.
No te
sientas solo cuando tengas una pérdida o hagas sentir solo a alguien por que
está sufriendo.
Recuerda
que el fin de ese sufrimiento, como dijo el salmista, es para alabar a Dios.
Aprecio mucho la parte donde hablas de no decirle a otros cómo sentirse. En cierta forma lo entiendo y en parte por ello soy malísimo para dar palabras de consuelo, pues muchas veces no les hallo sentido, ni al hablarlas ni al recibirlas.
ReplyDeletePor eso creo que lo mejor que puedo hacer es escuchar y acompañar.
Gracias por leer, compita. Si no quiero que otros me digan como sentirse, no deberia escribirle a otros de que decir. Lo siento. Pero asi es esto. La mayoria de la gente hace lo mejor que pueda y consuela como mejor sabe. No nos enseñan como estar con los que sufren. Tal vez pueda preparar a mis hijas mejor.
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